CAPITULO 18. Tierras vacías, Damisela en apuros y El precio de la guerra
Habían pasado ya nueve días de viaje, los lanceros quedaron atrás mi guardia me acompañaba, 20 caballeros bien armados y entrenados ataviados con la mejor armadura de cota de malla que se pudieron conseguir, no había muchos lugares donde forjaran armadura de placas completa y esta era demasiado cara, solo tres de mis acompañantes estaban ataviados con ellas, mis más fieles caballeros Diego, Manuel y Juan, estos eran más cercanos, avían logrado hacerse un hueco entre mis amigos y compañeros más preciados, no diría que al nivel de Daniel pero eran mis amigos, apenas unos años mayores que yo, me podía identificar, en contraste a ellos yo traía chaleco de cuero y calzones de lino, nada que me protegiera realmente de un ataque, pero era infinitamente más fresco que mi armadura completa, había decidido quitármela dos días atrás una ves atravesé mi antigua frontera, aunque a mis compañeros no les gusto nada ninguno tenía el valor de contradecirme aun…
El día era gris y triste, las nubes cubrían el cielo hasta donde alcanzaba la vista, y aunque había estado así los últimos tres días ni una sola gota había caído, yo cabalgaba al frente de la columna a mi nivel estaban mis tres amigos y los demás cabalgaban en columna de a cuatro, no cabalgábamos rápido, era más bien una cabalgata lenta pero constante, durante el viaje no nos habíamos topado con ningún campesino, ningún mercante ni nada, los caminos estaban vacios, aunque faltaba poco para la cosecha no había gran actividad, pero no le preste mucha atención, lo que me gustaba era que durante todo el camino no habíamos tenido percances, si habían bandidos mis 20 caballeros los habían disuadido.
Poco después del mediodía nos acercamos a una aldea, era pequeña, los campos parecían poco trabajados, apenas y se veía algún ganado, y no parecía ser prospera, hacia pocos meses que la había conquistado, poco antes de la cosecha de agosto, era raro que solo un invierno la convirtiera en un lugar pobre y descuidado, en ese entonces los campos estaban cubiertos de trigo, todos los cultivos estaban llenos, el color oro lo cubría todo, los campos estaban llenos de ovejas, cabras y vacas, incluso había caballos, pero ahora apenas unas cuantas cabras era lo que quedaba, incluso ellas se veían hambrientas. Junto a la aldea corría un pequeño arroyo, el cual parecía estar dibujando un muro imaginario en todo el flanco oeste de la aldea, era un bonito lugar o al menos recordaba que era bonito, junto al rio estaban dos niños con cañas de pescar, aunque por lo que veía en su cesta había sido una mala mañana, esos niños eran un poco raros, mientras en las aldeas del exterior los niños nos habían seguido corriendo tras los caballos y gritando cualquier cosa en forma de admiración, ellos parecían sin ganas siquiera de moverse de ahí, nos miraban con desconfianza más que con admiración.
Cruzamos el arrollo por un pequeño puente de madera y nos internamos en la aldea, apenas llegamos a la plaza y notamos un gran escándalo proveniente de más al este, allí se podían ver algunas personas y solo se escuchaban gritos y maldiciones era seguramente una pelea, mire a mis amigos y al parecer pensábamos lo mismo, que mejor que intervenir, seguro era alguna disputa de campesinos y eso era de solución rápida, ordene que cuatro de mis hombres nos siguieran y galopamos al lugar. Toda la aldea parecía estar ahí, su pelea era entre dos bandos, uno pequeño parecía proteger a una joven, no mayor de quince años, parecía estar sangrando de una herida en la frente, seguramente una piedra, los campesinos eran así de cobardes cuando no les gustaba algo solo tomaban las piadas del suelo y las lanzaban, con una que callera cerca tulló era seguro que muchas más cairina lanzadas por los demás, el grupo más grande parecía querer matar a aquella joven, aunque una campesina la abrazaba e intentaba cubrirla de las patadas que le lanzaban los campesinos, había un griterío y no podía entender nada, lance una mirada a Diego y este comprendió enseguida, saco su cuerno y lo hiso sonar, auuuuuuuuuuuh, un sonido alto y largo, todos se callaron y se giraron hacia nosotros.
Una vez se hiso silencio adelante mi caballo al de los demás y hable –Que está pasando porque tanto escándalo- Las miradas de los campesinos mostraban odio y parecían no reconocerme, aunque uno que otro si se percato y uno hablo antes de que alguno de sus vecinos hiciera algo que seguramente lamentarían. –Mi señor es solo una disputa por como castigar a esa ladrona- y bajo la cabeza, todos parecieron darse cuenta de quién era e hicieron lo mismo. Lo que dijo si me sorprendió, era raro ver a ladrones en aldeas tan pequeñas, en la ciudad de burdeos abundaban seguramente pero en esta pequeña aldea, me parecía sumamente extraño, además de que la ladrona parecía pertenecer a la comunidad. –Y ¿Que es lo que ha robado?- Esta vez el hombre titubeo, así que otro contesto por el –A robado una pieza de pan al panadero- . – ¿Van a matarla por robar una pieza de pan?- Un anciano contesto esta vez –Puede que matarla no, pero si castigarla, si no lo hacemos otros podrían hacer lo mismo, y entonces ¿Que pasaría?- Ese seguro era el anciano de la aldea no había nadie más viejo en la multitud, yo de acuerdo con su postura le pregunte –Que castigo tienen pensado- Contesto enseguida –Que devuelva o pague el pan, y si no una mano- Ese era un duro castigo. Uno del grupo de los defensores hablo esta vez –Su señoría por favor perdónela ella y su madre viven solas, no tienen dinero para comprar su comida-
Bueno aquí entraba mi autoridad, que hacer, salvar a la joven de un tormentoso y doloroso castigo, que la marcaria de por vida, o perdonarla, todos me miraban, y en pocos segundos se me ocurrió algo, esto seguro elevaría mi renombre, o eso esperaba –Donde esta ese panadero, el que la acusa- Un hombre un poco gordo dio un paso al frente –Yo soy su señoría-. – ¿Cuánto es por el pan?- confundido solo responde –Señor- se lo repetí un poco mas fuerte como dirigiéndome a todos –Cuanto te debe por el pan, cuánto cuesta- Se humedeció los labios con la lengua y por su expresión estaba un poco nervioso –Son… son cinco cobres- No tenía que ser un gran mercader para saber que me quería timar, un pan costaba a lo mucho un cobre, no era posible que costara eso… –Con quien crees que estas tratando, cinco cobres es demasiado por una pieza de pan duro- Eso lo hiso sudar mucho y antes de que hablara el anciano intervino –Su señoría, el pan es caro porque las reservas de grano de la aldea son escasas y las arcas están casi vacías no podemos comprar más sacos, no culpe a nuestro panadero que es solo hornea el pan, con el grano que nos queda damos gracias que aun allá pan en nuestra mesa- Tan mal estaba la situación, no era el momento, desate mi bolsa de monedas, del cinturón y de ella extraje una moneda de plata y se la lance al panadero –Con esto será suficiente, asunto zanjado dispérsense. Tu eres el anciano de la aldea, donde puedo encontrarte- el anciano señalo una casa pequeña que estaba cerca de la plaza –Mi casa es esa mi señor, gracias por ayudar en esto, si necesita algo solo dígamelo he intentare ayudar-
Una vez se despejo un poco Manuel me palmeo la espalda –Bueno bueno, aquí tenemos al autentico caballero salvando a la damisela en apuros jeje- reí un poco, luego baje de mi caballo y me acerque a la joven, esta se arrodillo ante mí, estaba llorando y no articulaba palabras, uno de sus protectores un hombre viejo, con una mirada cansada hablo –Mi señor no sabe cuánto se lo agradecemos, no sé que habríamos hecho si no llega- seguramente ceder, pero no iba a decirle eso quería parecer todo un señor, aunque no estaba vestido como uno –Un poco agresivos sus vecinos- con una expresión un poco triste –No los culpe mi señor, están hambrientos son tiempos duros, algunos han perdido a familiares- cambiando rápidamente su tono –Pero se sienten orgullosos de que sus familiares le hayan servido para su causa-. –Dime donde vive esta joven y quien es su madre- mirando a la campesina que aun la abrazaba –Es ella mi señor, y su casa esta allá- Señalo una casa apartada, un poco descuidada –Bueno será mejor que las lleves a casa, que le curen esa herida a la joven, luego me pasare por ahí y quiero explicaciones- Bajo la cabeza mostrando respeto, ayudo a la madre y juntos se llevaron a la joven.
-Bueno, ha ido bien, muy bien hecho mi señor jeje- Diego hablaba imitando a Daniel, cosa que causo una pequeña carcajada entre los caballeros. –Que levanten el campamento, nos quedaremos aquí por hoy- Diego me miro con desaprobación, y era normal, aun no era ni media tarde podríamos avanzar unas cuantas leguas mas pero su respuesta solo fue –Si señor-
Poco después me encontraba en la casa del anciano de la aldea, tenía que averiguar porque la aldea estaba así de descuidada y porque había hambruna, muchas explicaciones. El hombre era viejo diría que de unos 60 años, todo un logro para ser un campesino, su pelo era casi todo blanco, le faltaban unos dientes y su mirada era un poco apagada, seguro no le quedaba mucho, pero todo hombre viejo tiene algo de sabio y lo había demostrado hablando entre la multitud. –Mi señor si le place puede tomar asiento donde desee, quiere algo de tomar, lamentablemente solo puedo ofrecerle agua fresca- inspeccione la casa con curiosidad, estaba muy vacía, apenas se veían unas cuantas piezas de pan en la alacena. –Cómo te llamas- En su cara se marco una sonrisa, aunque era un poco desagradable con sus dientes faltantes –Mi nombres es Albert si le place a su señoría- intente devolverle la sonrisa –Bueno Albert dime que pasa en la aldea, porque esta tan descuidada y hambrienta- Su sonrisa se borro casi al instante –Pues si me disculpa el atrevimiento, es por su causa mi señor, los impuestos son muy altos, se llevo las pocas manos que teníamos para su guerra, de las cuales pocas regresaron y hemos tenido algo de pillaje, seguramente hombres sin familia de las tierras conquistadas, nuestras reservas de grano fueron casi todas robadas hace una semana, y ahora se acerca la cosecha y solo unas cuantas parcelas están sembradas…- El anciano me miraba, esperando, esperando mi reacción, sus palabras fueron dichas de forma tranquila pero su contenido era fuerte, pero debía admitir que sus razones eran legales, tenía razón, no lo castigaría y tampoco lo premiaría…
A mi mente llegaba la segunda cosecha de mi padre, los campesinos estaban nerviosos por la falta de grano para la siembra, mi padre envés de poner una solución la pidió, me dijo, –cuando te pase algo así hijo mío, endurece tu rostro, crea una máscara, que no vean ni miedo, ni tristeza, ni dolor, ni alegría, que vean solo una línea en tu boca y unos ojos seguros y podas solucionarlo todo.
Endurecí mi rostro y mire al anciano a los ojos, –Como crees que pueda solucionarse- su expresión cambio, su seguridad desapareció y empezó a desviar su mirada, le estaba ganando a un anciano, yo un joven de 16 contra uno de 60, y estaba ganando. Carraspeo y en un tono nervioso –Pues podríamos contratar a algunos campesinos libres para la siguiente época de siembra, comprar algunos bueyes y arados, aunque es tarde para esta cosecha, podríamos requerir algo de dinero así compraríamos grano para pasar los meses que faltan para la siguiente cosecha, algunas familias nos han dejado pero volverán si ven que las cosas se solucionan regresaran- Me quite la máscara y sonreí –Ahí lo tienes, todo se solucionara, dime cuánto dinero podría requerir para comprar el grano que se necesita- se levanto y rebusco en un pequeño baúl que tenía cerca de la alacena, de el saco una pluma, un tintero y un pedazo de pergamino, lo puso sobre la mesa y empezó a hacer cuantas con los dedos y a anotar números en el pergamino, al final lo sumo todo y dijo –con tres mil monedas de oro podríamos pasar estos meses, será duro pero lo lograremos, aunque requeriríamos de su ayuda para lo de bueyes, arados y campesinos- eso me sorprendió, un campesino haciendo cuentas, yo aun tenía problemas, no muchos pero… –Claro que los ayudare, solo una cosa, necesito que me expliques que ha pasado con esa joven y su madre- Dejo la pluma a un lado y comenzó a hablar en un tono más serio –Mi señor debe saber que al menos el pan se reparte a todas las familias por igual, si alguien quiere otras cosas o mas raciones de pan lo consigue haciendo otros trabajos para ganar dinero, pero esta joven lo ha robado, no estoy seguro de por qué motivo pero al menos esta semana se le dio su ración de pan, se que son pocas pero las demás familias compran pan extra con sus ahorros, los cuales creo el esposo se llevo cuando usted levanto en armas a los hombres de esta aldea, todos se llevan algo de dinero pero esa familia ha sido siempre muy pobre…- No parecía tener nada más que decir del tema, me pase una hora hablando de los bandidos y otros problemas que había en la aldea y una vez termine mis asuntos –Bien entonces envía un mensajero a mi casa y ahí lo trataremos con más cuidado- sin tener nada más que decir me levante y me disponía a salir el anciano se levanto –Muchas gracias mi señor, le aseguro que ese dinero se usara bien- no conteste y salí por la puerta.
La aldea volvía a tener un poco de actividad, no mucha pero era mejor, no se veía tan desolada, Manuel y Juan me esperaban afuera, no dije nada y camine por la calle que daba al este, por donde había sido la conmoción cuando llegue, fue Juan el que rompió el silesio –¿Que te ha dicho el viejo?, ¿Que paso?- Sonriendo conteste –Lo de siempre, poca mano de obra, bandidos y soldados que no regresan a casa- Manuel soltó una carcajada –Seguramente están en algún burdel gastando el dinero que han ganado y regresaran cuando solo les queden los calzones- Juan y yo reímos puede que tuviera razón pero ambos sabíamos que habíamos perdido a muchos soldados en la toma de burdeos y muchas familias quedaron desamparadas- caminamos y al poco tiempo llegamos a una casa aislada, construida de barro y arcilla, con techo de paja, sin duda una casa un poco más pobre que las demás, separada por unos cien metros de las demás, en toda la aldea había casas aquí y allá pero todas tenían como máximo treinta metros la una de la otra, y las que estaban en la plaza estaban casi pegadas las unas a las otras. Fuera de la casa estaba el hombre que defendió a la joven, sentado en un banco tallando un pedazo de madera con un pequeño cuchillo, aun mostraba esa mirada perdida y moldeaba aquel pedazo de madera de manera distraída, como si lo hiciera sin ganas, cuando levanto la mirada y me vio se puso en pie y me saludo respetuosamente –Mi señor- le hice una seña con la mano para que levantara la cabeza –Donde está la joven- no se atrevía a mirarme a los ojos, me miraba al estomago, algo que resultaba un poco incomodo –Esta dentro señor si le place pasar-
Ordene a mis acompañantes esperar afuera y entre, dentro era algo peor que fuera, no estaba desordenado ni sucio, sino vacio, no había comida en la alacena, tenían dos camas era una casa de apenas un cuarto así que estaba todo aunque apretado, decentemente acomodado, había una pequeña mesa, una pequeña ventana al fondo dejaba ver el fogón apagado, estaba afuera, solo eran tres pequeñas paredes de ladrillo con un gancho de hierro para sostener las ollas, las cuales eran escasas, sobre el había un pequeño techo, hecho de madera y paja para los días lluviosos. La joven estaba sentada en la cama del fondo y la madre estaba abrazándola, al verme las dos se pusieron de rodillas y estas ves me agradecieron enérgicamente mi intervención. Ahora que la joven estaba tranquila y sin sangre podía ver sus atributos, no era la más bella pero sin duda abría sido un pecado dejar que la lastimaran, por lo que vi en aquella “reunión” de vecinos era más bella que las demás jóvenes. –Cómo te llamas- la joven miro a su madre, su madre hiso un asentimiento, ni idea que significo pero acto seguido la joven hablo –Mi nombre es Ángela… mi señor- hablaba en forma tímida, algo que sinceramente me gustaba, aunque en su frente se notaba un pequeño bulto seguramente hinchazón por la pedrada.
–Contarme que es lo que ha pasado y porque, porciento quien eres tu- dije señalando al hombre viejo que me había acompañado adentro –Mi nombre es Alex, Tío de Ángela, hermano de Alma- dijo señalando a la mujer, fue esta quien comenzó a hablar –Mi esposo se ha marchado hace unos meses a la capital, respondiendo a su llamada, lo vimos cuando paso por aquí, pero fue rápidamente pues no acamparon cerca, pocos de los campesinos han regresado, los que tenían dinero para comprar un caballo, y han traído noticias de los que han perecido, entre ellos- La mujer bajo la cabeza y comenzó a sollozar –Discúlpela señoría, apenas antier se ha enterado de la perdida- me gire hacia el –Bien entiendo pero por que ha robado, seguro que habrá dejado dinero, antes de comenzar la marcha se les pago a todos mis hombres- aun mirándome el estomago –Si mi señor, pero el siempre ha sido un bebedor sin remedio, no dejo nada para su familia, estando aquí lo podíamos controlar, pero allá solo no hay quien le estire la rienda- mire a la joven y le pregunte –entiendo pero por qué has robado, no les dan las raciones de pan- está bajo la cabeza y contesto intentando retener las lagrimas –Si mi señor, pero no es suficiente, pan y agua una vez al día, es imposible y sin dinero para un pan mas al día se pasa hambre- el hombre intervino –Yo las ayude por un tiempo pero también termine sin dinero y últimamente nadie me requiere, no hay trabajo para mi, además de que en esta cosecha no habrá mucho que levantar, son tiempos duros- Suspire, era una historia de esas imposibles de creer –A que te dedicas- dije mirando al hombre –Soy carpintero mi señor- sonreí –No te preocupes entonces, pronto habrá trabajo tara ti y para los demás, he hablado con el anciano y estos tiempos llegaran a su fin, muy pronto te lo aseguro- mire a las mujeres –No quiero escuchar que nada mas irme volvieron a cometer alguna tontería- tome mi bolsa de monedas y la deposite en la mesa –Eso será suficiente para comprar comida hasta la siguiente cosecha- Había preparado la bolsa con diez monedas de oro, suficiente para comer bien durante medio año y solo serian unos meses, diez monedas era una pequeña fortuna para un campesino, pero no demasiado como para resolverle la vida. La mujer al ver el gesto se me acerco y me beso la mano –Muchas gracias mi señor, no sabe cuánto significa para nosotras- me di la vuelta y dije –Cuídalas bien, espero puedas hacerlo como es debido- el hombre al darse cuenta que me refería a él contesto apresuradamente –Claro mi señor no lo defraudare-
Salí por la puerta Manuel rápidamente pregunto –Que les has hecho suenan felices- seguí caminando –Nada del otro mundo- sonrió y me siguió. En pocos minutos estábamos en el campamento, mis hombres lo habían levantado al lado del rio un poco al sur de la aldea, el fuego estaba encendido y algunos hombres habían ido de caza, esperaba encontraran algo. Antes de anochecer regresaron con conejos, era mejor que nada, cenamos estofado, de la ciudad habíamos traído muchas provisiones, y daba gracias por eso, pues en la aldea no parecía haber nada bueno que comprar…
Al amanecer levantamos el campamento y seguimos nuestro camino, atravesamos la plaza aun desierta, y seguimos por el único camino que iba al este, no hubo despedidas gloriosas ni nada, los campesinos parecían enfadados conmigo y con buena razón, pero ya me los ganaría, eso esperaba, después de lo que haría por ellos. Cuando llegamos a las afueras de la aldea note una figura, aun estaba azul obscuro, el cielo seguía cubierto de nubes y no dejaba pasar mucho de la poca luz que había a esta hora, cuando estuvimos cerca la reconocí era Ángela, también estaba Alex, la joven se me acerco quería hablar conmigo, así que ordene a mis hombres que siguieran -Mi señor- dijo de la manera tímida que me gustaba –Mi madre agrádese mucho su generosidad pero no podemos aceptar tanto dinero- termino la frase y estiro las manos, en ellas estaba mi bolsa de monedas –A tomado lo que cree es suficiente para la siguiente cosecha, aquí está el resto- Estire la mano y cogí la bolsa, me la ate al cinturón y me prepare para seguir mi camino pero ella continuo –Mi señor, también quisiera saber si es posible que me lleve con usted- eso sin duda me tomo por sorpresa, Alex intervino –Mi señor no llevarla con usted, sino contratarla como sirvienta, yo la llevaría hasta la capital si fuera necesario- este seguro no sabía a donde iban a parar mis sirvientas, últimamente había mandado muchas al norte y estaba escaso, pero aceptar o no aceptar…
A quien engaño, me gustaba esa chica, estaba seguro que con un tiempo a mi servicio la convencería de entrar en mi cama, y eso sería muy bueno –Esta bien- la chica y el viejo sonrieron y se alegraron – Pero tú la llevaras, pueden acompañarnos, pero mejor que vallas, no quiero tener que cuidarla de mis caballeros- ni de mi mismo, aunque eso ultimo no lo diría jamás…